Avatares Entre Esclavistas, Sometidos Y Colonos En Cuba
Autor Raúl I. García Alvarez, historiador y periodista cubano.
La iniciativa de los ingleses en 1807 de declarar ilegal el comercio de negros esclavos tomó por sorpresa a los negreros españoles y criollos que tratan de persuadir a la corona: “sin esclavos las riquezas de Cuba se perderían”.
Con este razonamiento el historiador de la villa de Trinidad, al centro-sur de la Isla, Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara, sitúa un punto en el tiempo donde el rapto y la importación de mano de obra africana van a tener un “alto simulado, apañado por los grandes intereses económicos de la época”.
La plutocracia hispano-cubana, comenta el investigador a Prensa Latina, veía en esa medida un golpe a su afán enriquecedor, de multiplicación de bienes y “prestigio” ante el poder ibérico que se afianzaba con la ampliación de las plantaciones cañeras y su industria.
En el último tercio del XVIII la Isla se transforma en la mayor productora de azúcar del mundo, dando origen a un proceso socio-cultural marcado por la conversión de la aristocracia criolla en hacendada o aspirantes a blasones de sangre.
El auge económico se contrapone con la falta de brazos, de ahí la necesidad de esclavos, los que adquieren de cualquier postor y a cualquier precio.
Esta nobleza se niega a participar en el tráfico pero sí pone su capital para contratar a los “cazadores”, fletar los buques y pagar soborno a autoridades portuarias o en los lugares de depósito de la “carga humana”.
Así el comercio legalizado franquea a la piratería a fines del XVIII y a principios del XIX. Según datos históricos, en 1765 la corona española concedió el último asiento de negros a los comerciantes vascos Arístigui, Aguirre y compañía.
Ricos comerciantes de Trinidad, Santiago de Cuba y La Habana llegaron a poseer el monopolio de la trata negrera, amparados en un autorizo de 1780 para entrar esclavos de las colonias francesas, así introducían las expediciones del continente negro.
De acuerdo con la obra El Ingenio del historiador Manuel Moreno Fraginal para 1810 había en la Isla más de 150 mil negros esclavos, que eran prácticamente el 50 por ciento de la población.
El promedio de africanos que entraba era entre cinco y ocho mil por año; entre 1802 y 1814 lo hicieron unos 75 mil.
El primer golpe a los esclavistas lo dio el Congreso de Viena al declarar “incompatible con los principios humanitarios y morales universales” esa actividad, aunque el poder español protestó, años después da sus primeros pasos y en 1821 suspende la trata.
En ese período se estiman fueron introducidos en La Habana más de 220 mil negros, mientras desde 1821 al 1835 más de 300 mil.
En 10 años, a partir de 1836, unos 70 mil esclavos fueron traídos de forma ilegal en Cuba. La última de esas expediciones, que se tengan noticias, entró por el litoral norte de Pinar del Río en 1873.
A partir de entonces, puntualiza Zerquera y Fernández de Lara, se pasó a los contrabandos de chinos.
Los grandes sobornos estaban a la orden del día, se dice que Miguel Tacón, teniente general y gobernador de Cuba (1834-1838), cobraba una onza de oro por cada negro introducido.
LOS QUE NUNCA LLEGARON
Como hablar de la trata era un “tabú a voces” se carece de un registro de cuántas naves llegaron y el número exacto de los traídos, pero si existen datos de los que “no llegaron”, afirma el historiador de la villa declarada en 1988 Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Una de las principales causas de los naufragios eran los infortunios marinos, las sorpresas del tiempo o por tratar de escapar de la persecución, indica.
Muy cerca de las costas cubanas naufragaron varios barcos negreros, entre ellos el Mágico, con 200 esclavos en sus bodegas y unos 30 tripulantes (1826).
Suerte parecida corrieron más de 380 africanos que transportaba el navío Yeaman, prácticamente frente al litoral habanero (1825).
La goleta Teresa desapareció con sus 186 negros encadenados, así como un centenar que traía El Invencible con destino a Matanzas (1837).
Otros capitanes de barcos, al sentirse descubiertos y por eludir el castigo, llegaron al extremo de las atrocidades: lanzar al mar su carga humana, sin quitarle las cadenas para que no salieran a flote.
También fueron capaces de hacer explotar sus bodegas o santabárbara con la carga color azabache. Ejemplos que se tienen de los casos de la goleta española La Vicuña y el navío Carlos.
Como un hecho trascendental los cronistas dan cuenta que la única mujer negrera, de origen portugués, María Cruz Gómez, hundió frente a Matanzas su goleta María Pequeña cargada de africanos.
Para Zerquera y Fernández de Lara los avatares mencionados, entre esclavistas, sometidos y colonos, fue un mal social que permitió el cruce de las razas y devino en un importante aporte para la nacionalidad cubana, su desarrollo y prosperidad.
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