Cuba: Paciencia china en la nacionalidad
Por Raúl I. García Alvarez
La nacionalidad cubana se nutrió del saber de quienes primero conquistaron y colonizaron la isla, y después de los emigrantes blancos, negros, chinos y de otras minorías.
En esta ocasión se tratará sobre la última emigración del siglo XIX, la asiática, convertida en “asalariada” y explotada igual o más que la africana.
Después de la incumplida abolición de la trata de esclavos negros por Inglaterra y Estados Unidos (1807), la inmigración china fue la mejor sustituta de mano de obra que llegó a Cuba.
Según datos aportados por el Historiador de La Trinidad, Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara (1926-2009), los primeros provenían de Filipinas -conocidos por chinos manila.
Al decir del ilustrado la mayoría eran personas incultas, pero muy relacionadas con la comunicación y las costumbres españolas, aporte relevante al mercado de trabajo que aventajaba la adquisición de otros emigrantes.
Según datos históricos, entre 1848 y 1860, entraron por el puerto de La Habana cerca de 60 mil culíes chinos, y dos lustros después ya sumaban más de 100 mil.
Con el apelativo de “culí” se designaba a los estibadores y trabajadores contratados con ninguna o escasa calificación de la India, China y otros países asiáticos.
Los primeros 200 culíes chinos llegaron a la rada habanera el 3 de junio de 1847 en el bergantín español Oquendo, provenientes del puerto de Amoy en Xiamen, Fujian, China.
Fernández de Lara, erudito, estudioso de los aportes de la emigración a la nacionalidad cubana afirmaba que la inteligencia, laboriosidad y constancia del asiático superaba con creces la rudeza del esclavo negro.
Los chinos -afirmaba- eran engañados, les ofrecían un pago de cuatro pesos cada 30 días, ropa, alimentación y alojamiento, pero desde que tocaban tierra los esperaban los barracones, y el látigo los asediaba.
Por más de tres décadas el maltrato y el engaño acompañó a la emigración asiática, lo que llevó a muchos al suicidio y a otros a unirse a las rebeliones de los cimarrones.
Impuesto de estos desmanes, el gobierno imperial chino envió en 1873 una comisión investigadora y un año después fue prohibida la contratación de culíes para las labores agrícolas.
Para esa época había en la Mayor de las Antillas más de 132 mil chinos, en su mayoría ya libres, dedicados al cultivo del tabaco y otras labores agrícolas, comerciales o realizando oficios manuales en sus hogares.
La sabiduría de la inmigración china está presente en la cocina y el idioma de Cuba y dio su contribución a las luchas de independencia y a la formación de la nacionalidad cubana.
En 1867 se fundó en La Habana la primera sociedad china, la Kit Yi Tong (La Unión), a la que siguen otras en el interior del país, con el fin de reunirse y ayudarse entre los paisanos del Celeste Imperio.
EN LAS LUCHAS INDEPENDENTISTAS
Los generales Calixto García e Ignacio Agramonte, y otros destacados jefes mambises, tuvieron batallones de soldados chinos.
En el libro Los chinos en las luchas por la liberación cubana (1847-1930), se afirma que la Batalla de las Guásimas, el combate más largo de la Guerra de los Diez Años, involucró tres mil soldados españoles contra mil 200 cubanos; de estos últimos, unos 500 eran chinos, entre ellos el valiente capitán Juan Sánchez (Lam Fu Kim), un veterano de las guerras Tai Ping en su país de origen.
Lucharon junto a los cubanos contra los colonizadores españoles y en 1870 un decreto del Presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes, derogó los contratos firmados por los esclavistas.
Al Ejército de la zona central de Las Villas se incorporaron muchos combatientes chinos en la Guerra de 1868 y en la conocida como Guerra Chiquita.
En la zona de Sancti Spiritus se alzaron, con el General José Miguel Gómez, el chino José Bu, quien alcanzó el grado de Comandante, y el capitán Andrés Lima, quien peleó a las órdenes del Mayor General Serafín Sánchez Valdivia.
Su participación en las guerras de liberación del siglo XIX fue evidente en la región central del país. Para demostrar el valor y su audacia el Generalísimo Máximo Gómez afirmó: “No hubo nunca un chino traidor o desertor”.
CHINOS EN SANCTI SPÍRITUS
En Sancti Spíritus, según avanzó el siglo XIX, fue adquiriendo cierta importancia la producción azucarera y, para 1859, la jurisdicción tenía 41 ingenios, de los cuales 18 poseían máquinas de vapor.
El censo de 1862 reportaba a 223 chinos en Sancti Spíritus, y otra fuente local refería que la población cobriza, incluyendo chinos y yucatecos, ascendía en 1867 a 315 y en 1872 a casi medio millar.
El periódico espirituano El Fénix, fechado en 1861, inserta en sus páginas algo calificado como inadmisible: la venta de un chino en mil 200 pesos, cuando por un negro apenas se ofrecían 30 ó 40 pesos.
Los ingenios de la jurisdicción espirituana les deparaban unas 14 horas de jornada, mala alimentación y pésimo alojamiento.
Documentos de 1869 narran sobre frecuentes muertes de chinos, y usualmente otros se fugaban. Si eran apresados iban para el Depósito de Cimarrones, en la Real Cárcel, hasta que los dueños los reclamaban, algo que sucedía con poca frecuencia.
El siglo XX reportó nuevas inmigraciones de chinos, y en Sancti Spíritus el número aumentó.
En 1908 fue inscripta la primera bodega en el Registro Mercantil. Era un pequeño local, a una cuadra del centro de la ciudad, muy pulcro y ordenado, donde sobresalía la buena atención del dueño.
Así, existieron en el municipio de Sancti Spíritus 25 establecimientos propiedad de chinos, de 1908 a 1918, tales como centros gastronómicos, tintorerías, bodegas, quincallas y tiendas de ropa.
El mencionado Registro refleja la existencia de 36 trenes de lavado de 1919 a 1923 y 47 bodegas de 1924 a 1933.
Los nombres de los negocios reflejaban la nostalgia: Cantón, República China, Joven China, Gran China, El Asiático y La Cantonesa.
Fundaron la Asociación Progresista de Chinos Republicanos y La Colonia China.
Esta población fue ascendiendo por nuevas inmigraciones posteriores a 1930, como demuestran los censos de 1919 y 1953.
En Cuba varias frases se vinculan con estos abnegados hombres y mujeres venidos desde tierras lejanas, tales como “No lo salva ni el médico chino” o “paciencia china”.
Tanto aquí, como en otras zonas del país, son muchos los que a la sangre africana y española unen otras tantas gotas de sangre china.
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