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GARAL-CUBA

Valle de los Ingenios: emporio azucarero cubano

Valle de los Ingenios: emporio azucarero cubano

 

Por Raúl García Álvarez

 

   En el Valle de San Luis, planicie de árboles, plantíos, veredas y ríos, junto al macizo de Guamuhaya en el centro-sur de Cuba, la población indígena vivió, cultivó la tierra y dejó su impronta en la lucha contra los conquistadores españoles.

   Este escenario natural de cerca de 300 kilómetros cuadrados, ubicado al sur de la central provincia de Sancti Spiritus, logró notoriedad internacional el 8 de diciembre de 1988, cuando fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.

   El sitio, ejemplo eminente de un período histórico relevante y de un hábitat humano tradicional, fue denominado Valle de los Ingenios y en la actualidad conserva las ruinas de unos 12 trapiches, centros procesadores de azúcar de los siglos XVII, XVIII y XIX.

   Las investigaciones de equipos nacionales e internacionales han puesto al descubierto campanarios, maquinarias tradicionales, barracas, medios de trabajo, así como el costo del sufrimiento de los esclavos africanos en las plantaciones de caña.

   Están presentes huellas de las culturas aborígenes, la arquitectura colonial y las guerras de independencia de finales de 1900.

  

ALTA PRODUCCIÓN DE AZÚCAR

  

   Los habitantes de la villa de Trinidad -también ostenta el título de la UNESCO-, fueron favorecidos con la estrategia de convertir el valle en el asentamiento de pequeñas instalaciones para producir azúcar mascabada.

Se construyeron pequeños ingenios que a mediados del siglo XIX llegaron a enviar para España cerca de un millón de arrobas de azúcar, afirmó el historiador Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara.

El desarrollo de las plantaciones cañeras y su ulterior procesamiento se debe a la llegada –a mediados del siglo XVII- de emigrantes españoles de Jamaica, aportando los primeros capitales para su extensión.

   Relata que en Trinidad “el azúcar aparece tarde”, las primeras noticias se tienen en 1663.

   En investigaciones realizadas por Zerquera y Fernández de Lara en los Archivos de Indias, España, constató que existe un acta de un juicio por contrabando en la villa, donde se señalan distintas confiscaciones.

   Entre los encartados –indica- está el Teniente Gobernador de la localidad, Juan Delgado, propietario de un ingenio a media legua de Trinidad, con siete plantíos de caña y productor de miel.

   Aclaró que cuando Delgado marchó a España vendió el trapiche Santísimo Sacramento a Antonio Pablo Vélez.

   Narra que el número de fábricas del dulce producto se conoce con mayor exactitud en “1754 cuando el obispo Morell de Santa Cruz, visita la villa y comenta que tiene 25”.  

   Dos años después, según un documento de la Sección Once, Cuba, de los Archivos de Indias, hay un legajo que viene un patrón de Trinidad con 32 centrales, sus propietarios, instalaciones y número de esclavos, aclara el historiador.

   Es así como el valle se va transformando en un emporio de riqueza para tener 41 fábricas en 1790, y en la mitad del siglo XIX se mencionaban 48, con una producción de ocho mil toneladas métricas de azúcar. 

   El intelectual cubano Manuel Moreno Fraginal, en su obra El Ingenio, revela, que a fines del siglo XVII se producían en el valle 700 toneladas métricas de azúcar y mil barriles de aguardiente.

   Advierte el historiador que en algunos documentos de época se habla de 57 trapiches, pero –aclara- en esa cifra se incluyen nueve instalaciones pequeñas para elaborar raspadura y miel.

 

MANO ESCLAVA Y MODERNIZACIÓN

  

  El “boom azucarero”, comenta Zerquera y Fernández de Lara, sintetizó el proceso de la naciente nación cubana. La colonización trataba de consolidar su poder, mientras los primeros nacionales buscan su reconocimiento dentro la sociedad.

   La mano esclava fue el sustento de esa incipiente industria, entre 200 y 300 “negros africanos eran la dote de los trapiches”. Hombres y mujeres que mal vivían en barracones y trabajaban de sol a sol.

   Muchos de esos hombres desterrados y explotados, afirma, se rebelaron y se unieron a las fuerzas mambisas para luchas contra los colonizadores españoles a finales del siglo XIX.

   Ese despertar también está muy vinculado a los aportes de la modernización de la industria local y la introducción en 1856 del ferrocarril, mucho más temprano que en algunos países de América.

   Las cajas o bocoyes de azúcar concentrada eran trasladados desde Magua, un paradero dentro del valle, hasta el puerto de Casilda donde eran embarcadas.

   Diversos factores dieron al traste con la producción de crudo, agrega el intelectual, la extracción de azúcar de remolacha que abarató los precios, la crisis económica mundial de 1857 y el inicio de la Guerra de Independencia en 1868.

En la actualidad el valle conserva ese tesoro agroindustrial en las haciendas de Buena Vista, Guáimaro, Manaca-Iznaga, la Pastora, San Isidro, Delicias, Magua, Guinía de Soto, Algaba, Guhachinango, entre otras.

Cada objeto, vivienda o un añejo trapiche es parte de un conjunto hombre-naturaleza, en armonía con la hermosura del valle que se integra a ese gran derrotero natural que es Cuba.

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