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GARAL-CUBA

Gabino: Gulliver de ébano, el último esclavo

Gabino: Gulliver de ébano, el último esclavo

 

 

 

 

Por Raúl García Álvarez

 

Sancti Spiritus.- Gabino, un esclavo, color ébano, cuyas manos y pies tenían la dureza de la corteza de un quiebrahacha (palo de monte de extrema dureza) es nuestro Gulliver.

Es un Gabino distinto, sin alhajas, ni notoriedad de realeza, ni nativo de Gabio, zona de la antigua Roma, ni pariente de San Gabino padre de San Susana, familia del papa San Cayo (283-296).

Evocaba su aldea, pero sin nombre; era muy niño cuando jugaba entre “árboles inmensos que las personas no podían abarcar, los animales comían en sus manos y las aves se posaban junto a sus pies”.

Tenía ojos grandes, una mirada perdida en el tiempo, mente hecha para obedecer, un día fue “cazado y montado en un gran galeón junto a su familia y otros de su caserío junto a un río inmenso, la otra orilla no se veía”.

Gabino no distinguía el azul del verde, ni la noche del día, pero si sabía decir que el látigo le había surcado el cuerpo y las ofensas lacerado su espíritu.

No sabía distinguir entre mi amo y el blanco amigo pues nunca dejó de hacer la reverencia, para este último tenía un diminutivo “amito” o “mi´hijito”.

Nuestro ébano era alto, fuerte, brazos que llegaban más allá de la cintura, no había talla de zapatos para sus pies que siempre estuvieron desnudos.

Su último suplicio lo vivió al este de Sancti Spiritus, en una hacienda donde el mayoral era conocido por Pepe el isleño -procedía de La Palma, Islas Canarias-, aunque decían era de La Gomera.

A Gabino estaban destinadas las tareas más fuertes bajo el intenso sol tropical, la lluvia o el sereno.

Mal vivía en una covacha al fondo de la casa principal. Para amortiguar el cansancio de las duras faenas –nunca tuvo sábados o domingos-, tenía un gran tronco de cedro y un taburete medio destruido.

Sus amigos más fieles fueron un machete, un hacha y un perro llamado Campana que dormía debajo de la parihuela, por colchón tenía hierba cubierta por un saco de yute de azúcar.

De hablar extremadamente pausado y gestos torpes dado su corpachón, tenía un ademán: tratar de matar las moscas que se le posaban en el rostro carcomido, escamoso, sin perder el brillo azabache.

Nunca recordó cómo llegó a este punto de la geografía cubana y ya en el ocaso de su vida, con más de un siglo de existencia, sus grandes ojos vieron en penumbra la ciudad de Sancti Spiritus, sus calles, casas, edificio, las personas.

Fue un viaje de rescate para llegar al Asilo de la villa fundada en 1514 por los españoles, a 350 kilómetros al este de La Habana, donde todos lo recuerdan como el Gulliver de ébano de más de 120 años.

Allí en ese hogar vivió sus últimos 10 años. Fue un período de felicidad después de más de un siglo de sufrimiento y dolor. A fines de la década de los 70 dijo adiós entre personas que lo supieron querer.

 

                        “YO SER CONGO”…

 

“Yo ser congo”, afirmaba una o otra vez que se le preguntaba por su iniciación en la vida.

El recuerdo del gran cauce pudo ser el río Congo, que con sus afluentes suma más de 14 mil kilómetros navegables. Se ensancha, 25 kilómetros entre las orillas, en el llamado Pool Malebo.

El escritor inglés de origen polaco, Joseph Conrad (1857-1921), en su novela El corazón de las tinieblas (1902), afirma que es “semejante a una inmensa serpiente desenrollada, con su cabeza en el mar, su cuerpo en descanso sobre una amplia región, y su cola perdida en las profundidades de la tierra".

Gabino es parte de la triste historia asociada al Congo, tierra de migraciones de raptos (siglo XVI) de hombres y mujeres para trabajar en régimen de esclavitud en América, llevados por inescrupulosos traficantes de seres humanos.

Según estudios, en la etapa de la esclavitud entraron a Cuba más de un millón 300 mil negros traídos de diferentes zonas de África, en especial del área subsahariana.

Pertenecían a diferentes etnias: lucumí, carabalí, congo, ganga, mina, entre otras, destinados a la industria azucarera y cafetalera.

Venían acompañados de su idioma, acervo cultural, que con lo hispano dio origen a la nacionalidad cubana.

De ese complejo proceso de transculturación quedan en Cuba huellas materiales e inmateriales, testigos de una época: antiguos ingenios, cafetales, barracones, y otras instalaciones de campo.

Para el investigador e historiador trinitario Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara con la llegada de los conquistadores españoles la población indígena cubana fue sometida a la esclavitud, dando paso a la importación de negros africanos.

Este hecho es ratificado en el Manual de Historia de Cuba de Ramiro Guerra: a pocos años del descubrimiento de Cuba por Cristóbal Colón (1492) el colonizador exterminó muy rápido a los aborígenes.

En la región central de Cuba (Sancti Spíritus y Trinidad) cuando se reportaron sublevaciones en 1533, 1538 y 1616, se describe que fue apoyada por negros libres, cimarrones y yucatecos radicados en la zona.

El historiador de Trinidad aseguró a Prensa Latina que los hacendados criollos preferían “al africano, por su fortaleza para el trabajo, capaz de soportar el castigo más fuerte”.

Eran trasladados en las bodegas de barcos, hacinados, en un viaje “al nuevo mundo” que podía durar casi seis meses o “una eternidad”, porque muchos morían víctimas de enfermedades, hambre o sed, opinó.

 

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